Recemos unidos pidiendo al Espíritu que nos haga comprender cuánto daño hacemos al Reino cada vez que despreciamos a los hermanos por razón de su origen, de su posición o de su fe.
Recemos unidos pidiendo al Padre que nos perdone por cada vez que generalizamos el mal en las personas que no son de nuestro entorno y condición y no tenemos la menor compasión por quienes, jugándose incluso la vida, han venido – peregrinos a la inversa – buscando su pan de cada día.