Ay, que no tengo un patio para asolearme,
que no tengo cuarto,
que no tengo ni una ventana ;
yo que tenía tantos patios como limones,
tantos naranjos,
tantos zapotales ;
que era rico, que tenía animales en casa,
que me acostaba en el café y me reía y me ponía rojo de reir
y me estaba bajo las matas oliendo el monte,
pero ya se me fue,
ya me quedé solito,
ya el sol me dijo que no.
- ¿Y qué vas a hacer ahora ? - me dijeron los gallos -,
ya nosotros nos vamos, ya te dejamos,
aquí no nos vamos a estar.
Voltié de la cama y miré
y me dijo la cama que se iba,
y quedé en el suelo y me dijo el suelo : - Me voy,
y quedé en el aire
y me dijo el aire : - No te sostengo,
y me quedé en los naranjos y los naranjos me dijeron :
- Nosotros nos vamos.
Yo que tenía tanta luz,
yo que me vestía con lunas
y tenía la fuerza en mi nuca.
Una vez me ví en las montañas como piedra encendida
y tenía coraje y vigor,
ay, que me metí en la niebla, que estoy apagado :
- ¿Qué se me hicieron las casitas,
qué se me hicieron ?
Yo tenía tanto ganado que se veía
como un pueblo
cuando llegaba,
y se veían montes en el polvo
y se entusiasmaban los días, y era que tenía
tantas cosas que cada sueño lo vivía en una y no se me acababan.
Hasta que me fueron dejando
y fue esa luna roja, esa piedra negra,
esa rosa que me venía iluminando, iluminando.